Adiós a las estrellas
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Para los que gustan de contemplar o estudiar el cielo nocturno, esa mágica
vista del pasado de nuestro universo a medida que uno se interna con la vista
en su inmensidad, plena de interrogantes, el smog en el aire de las ciudades es
fatal. No solo porque él absorbe buena parte de la débil luz que llega a la
Tierra desde lejanos e interesantes objetos celestes, sino también y sobre todo
porque refleja hacia nuestros ojos parte de la intensa luz que envían hacia el
cielo las fuentes luminosas terrestres de las ciudades. ¿Porqué ocurre esto? En
buena parte porque esas fuentes luminosas son casi siempre de potencia excesiva
comparada con la requerida en cada caso específico, a más de que los artefactos
de iluminación utilizados no son ni diseñados ni instalados racionalmente, dado
que envían sin necesidad gran parte de su luz hacia arriba, en vez de hacia
abajo, donde se halla el terreno que se quiere iluminar. Así es que aquel
resplandor que baja desde el cielo nocturno reduce mucho la sensibilidad de la
vista para poder observar objetos de débil luminosidad, justamente los más
espectaculares. Por esas causas, a medida que pasan los años los habitantes de
las grandes ciudades van progresivamente perdiendo la maravillosa posibilidad
de mirar el universo en una noche con cielo limpio y sin nubes. Pero el
problema no es únicamente de naturaleza estética y cultural, ya que se calcula
que sólo en los Estados Unidos el exceso de iluminación, el defectuoso diseño e
instalación de los artefactos de iluminación y su uso permanente aunque no sean
necesarios, implica un sobre gasto inútil del orden de varios miles de millones
de dólares anuales, por la energía eléctrica que se disipa sin necesidad, y por
el costo de corrección de la contaminación que ello ocasiona por mayor
utilización de combustibles para generar esa energía.
Fuentes:http://www.iae.org.ar/archivos/educ1109.pdf
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